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Blog Mercado-Vino / Miércoles 17 de Diciembre de 2014

El misterio del Pingüino

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Alguna vez viste sobre una estantería una colonia de pingüinos de frac? Poco se sabe de la historia de este objeto zoomorfo que integro la mesa de muchos argentinos entre la década del 40 y mediados del 80

La jarra pingüino están argentina como el colectivo o el dulce de leche. Es una jarra que está a la orden del día: Nacional y Popular.

Con un revisionismo histórico que comenzó pocos antes del Bicentenario de la Revolución de Mayo, el pingüino está de vuelta.

Este regreso fue primero como decanter retro, se comenzaron a encontrar como un guiño de los lugares que marcan tendencias de la moda gourmet en Buenos Aires. Se han vuelto a fabricar y diseñadores los remixaron con pinceladas de líneas modernas. En los portales de internet se comenzaron a subastar los originales como recoletos objetos de colección.

El tiempo y el mercado volvían útil incluso lo que parecía condenado a un olvido irremontable.

 

Zoomorfia enológica

Fue a fines de los 40 cuando este Bicho apareció arriba de las mesas argentinas, labrando su vínculo con el vino que corría sobre mesones, tabernas y cantinas. Una jarra losa o cerámica, las más comunes, o de Porcelana las más recatadas eran utilizadas para servir el “vino de mesa”. Esta denominación lo definía como un vino genuino, a buen precio, que delineaba la identidad del local y que, en cierta medida, aparecía recomendado por sus dueños.

Eran vinos que se perdonaban por su delicadeza con el bolsillo y que además, no llegaban a lastimar la garganta. Eran los tiempos del vino en damajuana. Algunos restaurantes compraban su barril y trasvasaban a jarras, jarrones o pingüinos.

En casi una metáfora, lo del frac hace referencia a los maîtres, aunque muchos de estos vinos no fueran específicamente elegantes, llegando al punto permitir hacer cortes de vinos non sanctos: “Me sobraba un poco de Toro o Trapiche y mezclado en el pingüino llegaba a ser el tinto de la casa”.

Luego, con las décadas, este tipo de contenedor paso a identificar a vinos de baja calidad. La ley de embotellamiento en origen, le dijo adiós a vino suelto y dio bienvenida a las botellas.

 

Buscando en lo popular: La cultura

La cultura del vino se propaga en los objetos. Los fetiches incluyen desde:

destapadores con Cupidos tallados en madera cuyo miembro viril es la espiral metálica con que se descorcha el vino,

Goteros, láminas metálicas muy delgadas que se colocan en el pico de la botella para que no se derrame liquido al servir, Los decantadores, jarras de cristal que llegaron con la moda de la vida en clave de bon vivants en los 90 con la base más ancha que el pico donde los vinos se airean para dejar fluir sus aromas en contacto con el oxígeno. La parafernalia de copas para degustar cada variedad. Antes bastaba la copa de vino tinto diferencia por una más angosta para vino blanco. Ahora de la mano de la ola gourmet copas específicas para cada variedad. La del Malbec es diferente a la del Syrah, las formas sirven para exaltar los aromas de cada varietal. Hay una gran variedad de corchos.

Si se recorre el Mercado de las Pulgas de la ciudad de Buenos Aires pueden encontrar a Tony Valiente, nombre de fantasía de Antonio Valiente, según declara su documento de identidad. Nació en 1935 en San Francisco, Córdoba. “El Tony” es un célebre personaje del mercado que lleva una extravagancia en la cabeza que lo llama sombrero. Tapitas de gaseosa que ya no se fabrican, cascabeles, botones de colores y bijouterie suelta pegados, cosidos y calzados en la cabeza.

Tony nos cuenta que trabajaba distribuyendo con su camión vinos de una bodega de Caucete, San Juan, llamada “Mancha”, había mucha competencia por lo que tenía que hacerlos conocidos y distinguirlos del resto. Se fue a una fábrica y encargo unos pingüinos de loza y porcelana, luego los hacia pintar con la leyenda “Tome vinos Mancha”, entonces a cada bar  que le compraba le dejaba una docena de jarras.

 

Transmitiendo la cultura

Imaginemos a una turista australiana recibiendo un pingüino, al haber aceptado la oferta del mozo de un vino de la casa, con esa cuasijarra de frac y una soda (recordar que siempre fueron amantes el sifón y el pingüino), el bicho con su mirada al horizonte aunque no pierde su postura servicial, lo único que hace es presentar parte de nuestra excentricidad. Representada un objeto que es nuestro y fue utilizado para servir en millones de mesas argentinas.

Como dice Tony “Ser o no ser, ésa es la Cues”.